Me acuerdo de ese pequeño y culposo fastidio con que escuchaba a mis amigas hablar de sus retoños.
"Che, ¡¿no tendrán otro tema de conversación?!", pensaba.
Yo, la más ácida, la peor de todas, hoy soy la madre más ñoña y monotemática que jamás imaginé. Es que, "vos sabés", ellos son "esos locos bajitos" que nos mareaban cuando estábamos "de parto", que de día nos tienen a las corridas, pero cuándo se duermen son tan angelicales que nos dan ganas de escribirles una "plegaria para un niño dormido".